Hovik Keuchkerian: "No estás en guerra por lo de Israel, estás en guerra porque tu curro vale 2.500 euros y te están pagando 1.300 desde hace diez años"

Todo en él es excesivo: su presencia física, su risa y también su discurso directo y punzante. Ahora estrena la miniserie ‘Dos tumbas’ en Netflix y arranca en septiembre la gira de su monólogo, ‘Grito’.

Son las 8:20 de la mañana y el corpachón de Hovik Keuchkerian (Beirut, 1972) ya asoma por los laterales y la parte superior de un sillón en el hall del Hotel Urso de Madrid. Aunque aún faltan 25 minutos para la hora fijada, el actor lleva ahí sentado, absorto mirando al horizonte, otro cuarto de hora. Ha llegado en su coche y ha renunciado al transporte que le ofrecía Netflix. «Me gusta la gente que llega temprano, no es lo habitual. Si llegas tarde, esto hubiera empezado mal», afirma mientras ofrece su mano gigantesca a modo de saludo.
Todo en Hovik es exceso. Lo es su presencia física. Lo es su risa, que resonará en varias ocasiones sobre el silencio del hall. Y, por supuesto, lo es su discurso directo, punzante, sin ambages. «Yo soy fiel a lo que me dice mi estómago y aunque tenga un millón de personas que digan lo contrario delante lo voy a encarar», advierte quien es uno de los protagonistas de Dos tumbas, el thriller en tres capítulos con el que Netflix recorre desde este viernes las costas andaluzas para resolver el asesinato de dos adolescentes; quien inicia en septiembre la gira nacional de su espectáculo de stand-up comedy, Grito, y quien cumple 15 años desde su llegada a la profesión. «15 años, acojonante. Quién lo iba a decir. Y currando, niño. Algo debo estar haciendo bien». Y ahí estalla la primera carcajada.
- En ese papel de padre de ‘Dos tumbas’ le hemos visto poco hasta ahora.
- Me lo puedes decir, ya sé que no me pega, pero me pareció interesante el mundo interior de ese tío. Yo también oscilo, como un péndulo, entre intentar estar en silencio, tranquilo y explotar. Es algo que todavía no he conseguido controlar. Pero es que Antonio es un tipo que intenta seguir adelante sin romperse demasiado aunque ya esté roto.
- ¿Se ha identificado con él en ese estar roto?
- Todo el mundo está roto y yo también, por supuesto. Y sé que volveré a estar roto. Hoy me he levantado relativamente bien y estando ya aquí, se me ha venido una cosa a la cabeza y me ha llevado a un sitio que no me gusta. Me he tenido que salir de ahí porque no es un día para estar así, es un día para atenderos.
- ¿Tiende usted a sumirse en ese tipo de pensamientos un tanto depresivos?
- Es que es muy gracioso en la condición humana que nos hemos creído nuestra seguridad. La vida es algo inesperado e incierto por naturaleza. Otra cosa es que nosotros, con esta creencia de seres listísimos, nos hayamos creído que por tener una casa pagada, tener trabajo y un seguro médico ya estamos seguros. Pero si hay cuatro o cinco tarados por ahí que como toquen un botón te han dado por el culo. No tiene ningún tipo de sentido y es absolutamente histriónico creer que la vida no es incierta. Es de ser unos gilipollas de proporciones desmedidas.
- Su vida, al igual que la de gran parte de Occidente, parece vista desde fuera bastante segura.
- No lo es, aunque tengo todo armado, estoy tranquilo con las cuentas y voy trabajando. Tengo todas esas gilipolleces, pero un día te puede sonar el teléfono, como me pasó el otro día, y era un grandísimo amigo al que habían encontrado un tumor como un puño en el pulmón. Me puede pasar a mí ahora mismo y esa seguridad de la que me hablas se ha ido a tomar por el culo. No tiene por qué ser un tumor, además. A mí me pasó que me acosté un 13 de agosto y ya no me pude levantar porque tenía una hernia de caballo. El dolor te cambia la vida y tu seguridad se va a tomar por culo.
"Creer que la vida no es incierta es de ser unos gilipollas de proporciones desmedidas"
Esa seguridad la ha ido construyendo Hovik, que llegó a España a los tres años cuando sus padres emigraron del Líbano por la guerra, con una carrera como boxeador, primero, y con otra como actor, después. «Lo digo siempre: a mí todo lo que me dé mi carrera estará bien dado porque no estaba en el plan. Tengo amigos y amigas, que en el 99 estaban terminando Arte Dramático, dándole al inglés y cruzando los dedos para encontrar un representante. Han pasado 30 años y ni han metido la cabeza, ni tienen representante y han vivido del microteatro. Gente que se te va la olla de buena. Yo ahí empezaba como boxeador, fui cómico y ahora esto. Todo porque me vieron un día, me hicieron un casting y adentro».
- Algo deben haber visto para llevar 15 años.
- Sí, por supuesto. Pero una de las paradojas de la vida es que te digan que tienes que tener un objetivo, que persigas algo con toda la intención. Basta ya. Claro que hay que tener un objetivo, pero yo todas las cosas que he perseguido de una forma empecinada en la vida me han acabado destruyendo. Da igual una persona, un objetivo laboral o vital. Y, sin embargo, lo que se me ha cruzado persiguiendo otra cosa me ha salido.
- Ahora que tiene una carrera sólida como actor, ¿por qué ha vuelto al monólogo?
- Porque sentía la necesidad de hablar de mí. Como hago en esta entrevista. Yo hablo siempre desde mí, no soy como todo esos tontos que dicen que habla el boxeador, el poeta, el actor... Desde joven he tenido una necesidad de no hablar desde un personaje. Siempre he tenido la necesidad de gritar, como una terapia.
- ¿Cuál es el grito en este caso?
- Mi grito es una crítica a la absurdez del ser humano. Me río de vuestra estupidez y también de la mía. Solo hay que mirar alrededor para ver que más ridículo no puede ser todo. Yo pensaba el primer día que me iba a dar la hostia de mi vida, pero me quité la mala vibra y a algunas sabandijas y cogí velocidad. Ahora tengo una mezcla de poesía crítica, humor, dureza...
- Hay algo premeditado de hater, de ir a la contra en usted, ¿no?
- No como parte de un plan. Vivo como vivo, pienso como pienso y hago lo que hago y eso genera en muchas ocasiones controversia y problemas. Pero eso es un alimento para mí, no me voy a permitir el lujo de dejar de creer lo que creo o de sentir lo que siento por muy grande que sea el número de personas que tenga delante de mí, el peso que tengan, la ideología que tengan... Nadie me va a condicionar, yo soy fiel a lo que me dice mi estómago y aunque tenga un millón de personas que digan lo contrario delante lo voy a encarar como lo he hecho siempre. Pero no voy a la contra por ser original, por un plan, por ser diferente. Es ser honesto con uno mismo y saber dónde estás. Aunque tengas consecuencias negativas.
- ¿La opción de ponerse freno no la ha valorado?
- No, pero sí sé que cuando llegue cierto momento va a venir solo. Voy a decir: "pa' qué". Porque ahora me pasa puntualmente, no me dura, pero me pasa. Hay días que pienso: "Para qué te enganchas con este tío si le va a dar igual. Va a sacar su titular y a mí me van a preguntar durante seis meses". No me gusta adelantarme, pero es que lo veo cerca. Yo era un chaval que pensaba que todo el mundo era bueno, que no había maldad, que todo en el mundo era buen rollito. La vida como fenómeno es guay, la vida como la interpretamos y la vivimos los seres humanos es una basura.
- ¿Ha pasado de ser un idealista a estar enfadado con el mundo?
- No he cambiado tanto, solo que el ideal es otro, es el fin. Nos merecemos el fin, acabar ya y dejar de lastrar al puto universo. Cuando oigo a peña decir que el hombre es una excepción que da sentido al universo... El hombre debería dejar de lastrar el universo y de gastarlo. No podemos estar dando a entender que solo vale nuestra percepción del universo, que es ridículamente insignificante. Tienes que escuchar unas estupideces... Pero si el universo no sabe ni quién eres tú, no le interesa una puta mierda quién seas. Así que he dejado de ser un idealista, ahora soy un soñador que sueña con el fin del ser humano.
- Lo innato, entonces, quizás era la lucha y la pelea en lugar de la necesidad de ir a la contra.
- Y mira que estoy muy cansado, tío. Estar físicamente así tampoco ayuda, pero es que siempre hay algo que me toca las pelotas, y me tocaría los ovarios si fuera una mujer, usando un lenguaje muy muy coloquial. No puedo evitarlo, no puedo con la estupidez, no puedo con los grupos, no puedo con las ideologías, no puedo con los posicionamientos, no puedo con toda la panda de incapaces mentales que siguen a alguien porque representa una ideología. No entiendo por qué la gente aún no se ha dado cuenta que las ideologías están podridas desde su origen, por qué siguen a quien tiene su misma ideología y luego se echan las manos a la cabeza porque falla. No entiendo el buscar ese calor del grupo cuando sabes que el grupo va a fallar porque está fundamentado en una ideología.
- Pues no sé si este es el mejor momento en el mundo para tener esa forma de ver la realidad.
- Por eso cada vez me enfrento menos. Y tengo que llegar de alguna manera a dejar de pelear contra el mundo. Porque sino va a acabar conmigo. No tiene sentido estar así 24 horas al día. No te sé decir el adjetivo. No es enfadado, es asqueado.

- Usted llegó a España, en los 70, como hijo de migrantes por la guerra, ¿ha vuelto el mundo a aquellos momentos?
- Es que el mundo no ha dejado de estar ahí, es mentira. Esas son las tontunas que dice la gente. ¿Cuándo hemos dejado de estar a hostias? Es la falsa seguridad esta de la que hablábamos antes. La guerra en Beirut no ha parado de frenar y arrancar en todos estos años. Y cuando ha parado es para rearmarse. ¿De verdad no hemos entendido que estamos en guerra hace mucho? Ahora explotará más, pero vamos.
- Quizás es una cuestión de cercanía, de que ahora están aún más cerca de Occidente.
- Ahora todo el mundo analiza lo que pasa ahora en Europa y ¿lo que nos habían dicho que iba a pasar? Muchos se han equivocado en los análisis que habían hecho sobre este momento, pero eso se nos ha olvidado. Esa gente es la que está volviendo a analizar lo que pasa. Trump no iba a ganar en las elecciones en Estados Unidos. No ha ganado, ha barrido. Y a todos esos listos es para ponerles el estudio o el artículo que han hecho y decirles que lo primero en el próximo análisis es decir que se han equivocado. Pues lo mismo con la situación de Europa.
- ¿Lo achaca a un estado permanente de opinión?
- Pues claro. Y luego que hay que ponerle nombre a todo. Ahora vamos a ir a hostias y hay gente echándose las manos a la cabeza porque necesitas un ejército. Claro que necesitas un ejército si quieres estar en la pomada en el siglo XXI. Entonces, ¿qué cojones? ¿Por qué este doble discurso? ¿Tú te crees que a ti te van a preguntar en qué bando va a ir España a la guerra? Y tú sal a la calle, manifiéstate donde te salga de los cojones, pero te van a poner en el bando que te toque. Y si no entiendes que estamos en guerra es que eres idiota. Porque no estás en guerra por lo de Israel, estás en guerra porque tu curro vale 2500 pavos y te están pagando 1300 desde hace diez años. Por eso estás en guerra, no porque tu país haya decidido ir contra otro país extranjero. Estás en guerra porque la brecha cada vez se va haciendo más grande, subnormal.
- ¿Esa otra, la de la vida diaria, sí es su guerra?
- Es que es todo ridículo. Tú te enfadas por lo que dice alguien en una red social o en un periódico, pero por lo que te tienes que enfadar es porque vas a urgencias con tu hijo con la garganta fatal y no le van ni a atender porque faltan 25 personas trabajando ahí. Porque hemos dejado las cosas importantes atrás para opinar de mierdas. Y lo digo yo, que estoy haciendo esta entrevista en un día de prensa porque tengo un compromiso firmado. Pero me pasa últimamente mucho que me pregunto qué hago aquí.
- ¿Qué hace usted aquí?
- Este oficio es muy particular, tío, y no sé si le veo sentido. Pero es que me apasiona trabajar. He tenido momentos en los que esa pasión empezaba a diluirse y he sido capaz de parar, tomar distancia y recuperar la pasión. El día que se pierda del todo, como he hecho toda mi vida, pues haré otra cosa.
- Es un usted un actor un tanto peculiar: no tiene representante, no le trasladan a ningún sitio porque va con su coche...
- Cuando empecé siendo boxeador, tenía mánager, pero lo acabé dejando. No me ha gustado nunca, no me gusta que hablen en mi nombre. Porque yo te digo a ti que voy a estar a tal hora en la puerta de este hotel y que si llego un poco tarde es por el tráfico. Y que te lo diga yo directamente es la única forma de que te llegue así. Porque si va pasando a través de otro, de otro y de otro se va a modificar. Y no admito que nadie hable por mí. Además tampoco tengo grandes pretensiones. Si yo quisiera ser multimillonario, estar en todos los fregados, ser súper reconocido como actor, ganar todos los premios, ir a Hollywood o estar en todos los medios necesitaría un representante, un jefe de prensa, un maquillador y un estilista. Pero no tengo ninguna necesidad, no me apetece. Hago mi trabajo, me lo pagan y me voy a mi casa. No necesito a gente a mi alrededor.
- Hemos vuelto a la soledad
- Volvemos a que yo no necesito mucho. Todo lo que hay alrededor de este trabajo me sobra. Todo es todo. Me gusta el trabajo y los equipos. Y yo cumplo mis compromisos. He trabajado mucho con Netflix y saben que yo hago hago todo lo que me piden. Pero en un día. Si tengo el día 10 tengo que estar de 8 de la mañana a 8 de la tarde y hacer malabares desnudo, los hago. Pero ese día, el 11 yo no hago nada.
- Me gustaría saber, como cierre, quién es Hovik para Hovik
- No tengo ni idea, ni lo sé ni lo sabré. Vivo en una lucha interna sin identificar, que supongo que es por eso de las identidades y las etiquetas. Tampoco necesito saberlo. Me quedaría muy satisfecho si antes de morirme llegase a saber qué soy. Responder a esa pregunta sería la hostia. ¿Quién soy? Depende de la hora del día.
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